Misión solidaria en Bolivia
VERTE, en acción: Más de cien intervenciones quirúrgicas en el Beni, Bolivia

En Barcelona, una catarata suele resolverse con una visita programada y una intervención quirúrgica rápida y segura. En el Beni, la región amazónica de Bolivia, puede significar años de oscuridad.
Esa diferencia fue lo que llevó a los doctores David Andreu y Susana Duch a viajar a una de las regiones más remotas de Bolivia en compañía del Dr. Juan Duran de la Colina y del Dr. Felipe Costales de la mano de su fundación, Mirada Solidaria, y las instalaciones de Cáritas en Trinidad, la capital del Beni.
Un territorio amazónico donde la pobreza, las distancias y la falta de medios hacen que patologías como las cataratas o el glaucoma avancen sin freno y sin posibilidad real de tratamiento. Allí, recuperar la vista no es una cita más en la agenda: es una oportunidad que tal vez solo llega una vez en la vida.
El Beni: cuando la vista depende de la distancia, el tiempo y la suerte
En el Beni la oftalmología no es un servicio accesible: es un desafío geográfico, económico y cultural. Para una población de casi medio millón de habitantes, un pequeño equipo de oftalmología pública cubre una extensión inmensa de selva, ríos y comunidades aisladas. Eso significa que patologías comunes como las cataratas o el glaucoma avanzan sin diagnóstico precoz, sin seguimiento y, en muchos casos, sin tratamiento posible. Además del difícil acceso a la asistencia médica, en este país, todo el mundo debe pagar la totalidad del coste de las medicinas. El coste de los colirios es incluso mayor que en Europa. Enfermedades crónicas como el glaucoma no se pueden tratar bien por las limitadas economías de la población.
Allí, perder visión no es la excepción: es parte del día a día.
Tanto es así que, durante la misión, el equipo encontró un cartel improvisado en la entrada del centro de salud que decía que ya no se podían inscribir más pacientes para operarse con “los españoles” porque la lista estaba llena. Un mensaje sencillo que reflejaba, con una claridad brutal, la magnitud de la demanda y la esperanza que la llegada del equipo de VERTE y de Mirada Solidaria había despertado en la comunidad.
Las circunstancias vitales de los pacientes también marcaron la misión: personas que habían perdido un ojo y vivían con miedo a quedarse ciegas mientras sus cataratas llegaban a la ceguera; comunidades enteras sin acceso a colirios básicos; madres y niños recorriendo larguísimas distancias para poder ser atendidos.

Operar con lo justo: técnica, paciencia y un quirófano detenido en el tiempo
Las cirugías se realizaron con un aparato de facoemulsificación portátil, el mismo que utilizan muchas misiones humanitarias en el mundo, y un microscopio antiguo que aún resistía el paso del tiempo. Los quirófanos recordaban a los de aquí hace varias décadas: sencillos, funcionales, y muy lejos de la tecnología habitual en nuestro país. Pero allí, lo que faltaba en maquinaria y tecnología se compensaba con mucha calma y esfuerzo.
Cataratas tan densas que aquí casi no vemos ya, glaucomas avanzados sin tratamientos previos, lesiones traumáticas que habían esperado demasiado… Cada caso exigía un nivel de precisión y concentración extraordinarios. Y, aun así, el equipo encontró una manera de avanzar, ajustando gestos, adaptando técnicas y, sobre todo, confiando en la experiencia acumulada en miles de intervenciones a lo largo de los años.
“Cuando no tienes la tecnología que te permite hacer las cosas como las haces en casa, te das cuenta de lo esencial”, explicaba el Dr. David Andreu. “Es duro saber que por falta de medios, algunos casos podrían no tener el buen resultado que tendrían en Barcelona, pero haces todo lo posible, y, afortunadamente, muchas veces, funciona”, añade el director médico de VERTE.
Una de las misiones de la campaña fue la formación de tres oftalmólogos jóvenes que trabajan en ese medio con ilusión, pero con pocas oportunidades de actualizar sus conocimientos. Gracias a ellos se está haciendo el seguimiento de todos los pacientes que fueron operados durante la misión.

Cuando un viaje te cambia la forma de ver
Al final, más allá de las cifras, de los kilómetros recorridos o de las dificultades técnicas, lo que permanece es la sensación de haber formado parte de algo que va más allá de una misión médica. En el Beni, cada cirugía no era solo un procedimiento: era la posibilidad de volver a caminar con seguridad, de reconocer un rostro, de leer, de trabajar, de vivir sin miedo a que la oscuridad avanzara un poco más. Allí, hay muchas personas que, por su falta de visión mínima, no pueden seguir trabajando en el campo, necesitan asistencia familiar o sufren desnutrición. Dar visión a estas personas tiene un valor vital incalculable.
El equipo volvió con la certeza de que, aunque no pueden cambiar la desigualdad estructural del mundo, sí podemos cambiar la vida de alguien en un momento concreto. Y ese impacto, pequeño en el mapa global, inmenso para quien lo recibe, es lo que da sentido a todo.
“Te das cuenta de que allí, cada gesto cuenta más de lo que imaginas”, explica la Dra. Susana Duch. “Llegas para operar, pero te marchas con una lección de humildad y de humanidad que te acompaña durante mucho tiempo”.
Y quizá por eso el agradecimiento de las personas atendidas tiene un peso tan especial: porque no se limita a la palabra “gracias”, sino que se queda grabado en miradas que recuperan luz después de años de penumbra. Miradas que, sin decir nada, te recuerdan por qué vale la pena viajar tan lejos.
La misión no habría sido posible sin la guía del Dr. Durán de la Colina, cuya experiencia y compromiso en viajes solidarios previos a la misma ciudad de Trinidad, fueron fundamentales en todas las jornadas quirúrgicas. En VERTE queremos agradecer también el trabajo de Maite Alibau, que asumió gran parte de la organización y logística del viaje, y a Cáritas Beni, por la cesión de sus instalaciones y el apoyo constante que permitió atender a cientos de pacientes en condiciones especialmente complejas.